domingo, 25 de abril de 2010

Tractatus.

El mundo es el conjunto de todos los hechos. Un hecho son objetos en relación. Tú y yo en ese estar ahí hablando por ver si habrá o no frenesí, es un hecho. Formamos parte del mundo. Y cualquier cosa pensable es lógica. ¿Es lógico que un meteoro caiga entre nosotros llevándose consigo ese estar ahí hablando que es un hecho, que es mundo? Sí, es perfectamente lógico, pues puedes pensarlo. ¿Es lógico que te llame amor mío odiándote como te odio? Es lógico. ¿Y qué es ilógico? Lo que no podemos pensar, lo que no podemos imaginar, lo que no podemos expresar. Tú eres lógica dentro de los límites de tu vida, pues puedo pensarte de pequeña, de mayor, en otra cama que no sea la mía; mas no puedo imaginarte más allá de esos límites, ni tú misma puedes, qué había antes de nacer, que habrá tras la muerte. Eso es lo ilógico, lo que no podemos pensar. Pero entonces cualquier cosa que te diga es válida; asesinar es justo, te digo, y eso es lógico. Tan lógico como decir que asesinar es injusto. Cualquier proposición afirmativa es lógica. Es tan lógico que corramos y corramos ahí en esa estrecha cama en busca de lo instantáneo como que tú me vuelvas la cara para siempre. Cualquier proposición afirmativa tiene el mismo valor. Vamos, matemos a ese estúpido asesino. No, ese asesino sólo se dedica a hacer el bien. La ética no existe, pues admitir que existe sería dotar a unas proposiciones afirmativas de más valor que otras, y eso es ilógico. ¿Entonces este estar ahí hablando nosotros no tiene más valor del que tendría otro estar ahí hablando con otra persona? Según las reglas de la lógica, si, pero como sea que esas reglas no se nos pueden aplicar, pues no necesitamos expresarnos con palabras, no. A eso se refiere la expresión “el valor de las miradas”. Wittgenstein constata.